#Claves de la semana

El móvil puede limitarse con un contrato entre el niño y los padres, sugiere un experto

Ramón Molina coordina el ciclo contra las adicciones a las pantallas que el Ayuntamiento de Santiago está organizando en los centros educativos. En esta entrevista, aborda, entre otros temas, la edad recomendada para tener móvi  y qué medidas prácticas concretas pueden tomar las familias. Por ejemplo, firmar -y supervisar el cumplimiento- de un contrato que estipule cuándo se puede usar el teléfono.


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Bajan revueltas las aguas en los corrillos de madres y padres ante los colegios. El cambio de percepción social sobre las pantallas y el bombardeo de los medios de comunicación que las relacionan con episodios de violencia, en particular con las violaciones en grupo, suscita una evidente preocupación. Muchos no entienden, por ejemplo, por qué Educación promueve el libro digital en las aulas y al mismo tiempo prohíbe los móviles en los centros. ¿Qué sentido tiene advertir de las consecuencias de la sobreexposición a las pantallas en la infancia y al mismo tiempo sustituir los libros por PCs en las clases?

 

La inquietud general que se percibe desde hace varios años ha devenido este curso en las primeras iniciativas concretas. Por ejemplo, son varias las AMPAS que se han posicionado en contra del programa Edixgal de libro electrónico en las aulas de la Xunta y numerosos los grupos de chat donde se debate con ardor sobre esta polémica. Ante el evidente aumento de la desconfianza, la Xunta está intentando calmar las aguas. El gobierno defiende su apuesta por Edixgal pero ha prometido abordar algunos de sus defectos, como la falta de contenido de calidad que llevan años denunciando los profesores.


El desasosiego de los padres también ha llevado a algunos ayuntamientos a promover la formación de los progenitores. Por ejemplo, ayer la coordinadora del equipo de prevención de Drogodependencias del Ayuntamiento de Vigo Pilar Domínguez impartió una conferencia titulada “Adolescentes tecnológicamente sanos” en el ANPA del Colegio Labor de Vigo.

 

En Santiago han ido más allá y el Concello ha lanzado un programa de prevención de la adicción a las pantallas en centros escolares. La concelleira de Dereitos e Servizos Sociais  María Roas señala que hay “una preocupación creciente en la comunidad educativa, tanto entre las familias como entre el profesorado y el propio alumnado". 

 

Las razones de tal inquietud es uno de los temas que aborda en esta conversación Ramón Molina, educador social que dirige el ciclo formativo, dirigido a alumnado de entre 10 y 12 años, que cursa 5º y 6º de primaria o 1º y 2º de ESO. 

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Molina durante la presentación de los cursos en el Ayuntamiento de Santiago


En la presentación de los cursos, el Ayuntamiento hizo referencia a la introducción de “los primeros criterios de autocontrol del uso de los dispositivos”. ¿Qué papel deben jugar los menores en la evaluación del tiempo que pasan delante de las pantallas? ¿Se puede descargar tal responsabilidad sobre ellos?

 

Obviamente no se puede descargar en exclusiva esa responsabilidad  en los y  las menores, y por lo tanto son las familias las que deben paralelamente establecer estrategias de seguimiento y acompañamiento de este proceso de aproximación y uso saludable de los diferentes dispositivos. Pero es indudable que las niñas y niños deben de aprender y comprender las pautas para un uso responsable, que les permitan tener una relación equilibrada y saludable entre el tiempo y la frecuencia que dedican a las pantallas y las otras esferas de su vida.

 

A nivel social se produjo un cambio de percepción, o por lo menos está produciéndose un debate que antes no se producía, sobre el uso de las pantallas en la enseñanza. ¿Cuál es el motivo de este cambio en la opinión pública? 

 

Esta preocupación es lógica después de unos tiempos iniciales en los que abrazamos todos los beneficios y ventajas que nos ofrecían las nuevas tecnologías, sin analizar los posibles riesgos de un uso inadecuado. Pasado un tiempo, la sociedad está viendo impactos no deseados , especialmente en los y en las menores,  con diferentes tecnoadicciones, y esto obviamente alerta y preocupa.

 

Por otra parte, que exista ese debate en el modelo educativo digital es sano, y necesario, quizás sea preciso repensar o redimensionar algunos aspectos de este modelo.   Seguramente se precisen estudios que verifiquen los impactos que está teniendo la tecnología en el modelo educativo, y de este modo hacer los cambios precisos.

 

 

Centrándonos en la polémica alrededor de Edixgal, ¿qué sentido tiene la administración, aduciendo la opinión de expertos, advierta a los padres de los riesgos del abuso de las pantallas y al mismo tiempo impulse programas educativos que se articulan precisamente alrededor de las pantallas? Es una clara contradicción, por lo menos en apariencia...

 

Como ya dijimos antes, comienza a haber un debate social de se el modelo educativo digital es el idóneo y quizás esto en el futuro genera cambios en el modelo,  pero la problemática  de los usos inapropiados de los y de las menores hacen de las pantallas y los diferentes dispositivos traspasa con creces la esfera pedagógica y curricular, y hace referencia al ámbito relacional y de ocio de los y de las adolescentes a través de las pantallas.

 

Hablamos de variables que van más allá del tiempo que pasan delante de la pantalla, ya que estamos también a poner la mirada en la fecuencia de uso, hablamos de los contenidos  inapropiados a los que acceden, hablamos de las interferencias en aspectos básicos de su vida como el rendimiento académico, las actividades deportivas, etc...y que en definitiva, impactan en el campo social, emocional y en la salud física de los niños y niñas.

 

Uno de los objetivos de los cursos es establecer pautas preventivas y líneas de actuación que promuevan un uso seguro, responsable y saludable de los dispositivos digitales. ¿Cómo podemos las madres y padres comenzar a aplicarlas en nuestras casas?

 

En primer lugar, cada familia debe hacer una reflexión sobre cómo vamos a gestionar el uso de los diferentes dispositivos y establecer criterios comunes sobre cómo va a ser la aproximación gradual que nuestros hijos e hijas van a realizar a las pantallas, en función de su edad.

 

En segundo lugar, las familias deben de tener claro que es muy importante dedicar  un tiempo establecer una serie de normas claras y dialogadas sobre el tiempo y frecuencia de uso, los espacios donde se emplean los dispositivos, los contenidos a los que acceder adaptados a las edades, los tiempos de desconexión de las pantallas, cuando acceder al móvil, analizar la posibilidad de emplear herramientas de control parental, etc... Este proceso debe de ir acompañado de una observación de cómo interactúan nuestros hijos e hijas con los diferentes dispositivos, hacer un seguimiento de las diferentes normas, adaptación de las mismas, y un acompañamiento que facilite el uso saludable y responsable.

 

Pero además, considero necesario incidir en los factores de protección. Desde las familias deben de saber que tener una comunicación familiar fluida y positiva, realizar actividad de ocio en familia, o promover nos nuestros hijos y hijas las actividades deportivas o culturales, o dialogar sobre los impactos de los usos inapropiados de las pantallas son factores de protección disminuyen ostensiblemente las probabilidades de aparecer situaciones problemáticas relacionadas con el uso de las pantallas y el acceso a internet.

 

 Si los padres y las madres somos los primeros que comemos con el móvil en la mesa es imposible que construyamos un espacio de comunicación y libre de pantallas a la hora de comer

 

Es decir, esa reflexión no es necesaria solo en el caso de los menores. Lógicamente, si el padre o la madre pasan el día pegados al teléfono, hay más posibilidades de que sus hijos acaben con el mismo comportamiento …

 

Una de las primeras pautas es practicar con el ejemplo. Si los padres y las madres somos los primeros que comemos con el móvil en la mesa es imposible que construyamos un espacio de comunicación y libre de pantallas a la hora de comer. Tenemos que tener presente que este tipo de contradicciones son fatales en los procesos educativos.

 

¿Qué señales de advertencia deben tener en cuenta los padres a la hora de valorar se se está produciendo un uso excesivo de pantallas?

 

Son varias, por ejemplo la interferencia del descanso, por eso es tan importante liberar el tiempo antes de ir a cama de cualquier dispositivo. También, ell aislamiento propiciado por el uso abusivo de las pantallas, y que desconecta a los chicos y jóvenes de otro tipo de relaciones e interacciones, dejando el tiempo de ocio conectado en gran parte a las pantallas. Otra señal sería cuando el espacio relacional presencial con sus amigos y amigas es cada vez menor y queda solo vinculado al instituto. La pérdida de interés por actividades que antes eran de su interés y que ahora renuncia por estar conectado a los diferentes dispositivos es otro síntoma. La aparición de irritabilidad o agresividad cuando es suprimida una pantalla es otro de los síntomas preocupantes. Por último, examinar si el uso excesivo de las pantallas está interfiriendo de manera importante en sus deberes y responsabilidades (académicas o en el hogar).

 

Si la familias perciben algunos de estos síntomas de sus hijos e hijas, debe de intervenir para modificar estos comportamientos que están siendo perjudiciales para su desarrollo.

 

 

La pregunta del millón, que quizás le habían hecho muchas veces, ¿a qué edad pueden los menores tener su propio dispositivo móvil? ¿Depende de la madurez de cada individuo?

 

Entregar un móvil en educación Primaria no tiene ningún sentido. Algunos expertos sitúan entre los 14 y los 16 años a edad apropiada. Pero de todas formas, tan importante como la edad de inicio dentro de esta etapa educativa, es cómo se introduce el móvil progresivamente en la vida de nuestras hijas e hijos. Una de las primeras medidas de utilidad podría ser un contrato que determine tiempos y espacios de uso, aplicaciones que se pueden incorporar, controles parentales, etc... Pero debemos ser conscientes de que ese contrato es una herramienta que requiere seguimiento, control y acompañamiento, sino no servirá de nada. A partir de aquí el seguimiento que se haga de este proceso, la interiorización de criterios efectivos de autocontrol por  parte de nuestros hijos e hijas, etc... habían permitido ir estableciendo los nuevos pasos en el uso del móvil.

 


 

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