Concordia versus Memoria Histórica

Manoel Barbeitos
Economista

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'No habrá ni amnistía ni reconciliación para los vencidos. Solo el castigo y el arrepentimiento abrirá la puerta a su redención pero exclusivamente para los que no fueron criminales empedernidos a los que solo les espera la muerte'
 

Francisco Franco


 

Dias atrás y coincidiendo con el 93 aniversario de la constitución de la II República española (14 de abril de 1931) se producía en España un debate político que no se puede calificar por menos que ignominioso (vil, infame, afrontoso...) al intentar sustituir la memoria histórica por la concordia. Un debate que justifica sobradamente que las derechas españolas (PP, Vox) sean calificadas como derechas extremas, pues equiparar la Dictadura franquista (una de las dictaduras mas crueles y sanguinarias del siglo XX) con la II República española (uno de los regímenes mas progresistas de esa época) solo es posible desde ideologías totalitarias. Al mismo tiempo, oponerse a que la memoria de miles y miles de víctimas del franquismo sea recuperada y dignificada es infame. Pero hagamos un poco de memoria histórica.
 

El 14 de abril de 1931 se proclamaba la República. Se escribió mucho sobre las causas de este hito histórico pero, dado que se trata de un artículo, resumiré señalando que los monárquicos prepararon el terreno para esta proclamación ya que al aceptar la dictadura anticonstitucional de Primo de Rivera firmaron la sentencia de muerte de la monarquía borbónica. Una proclamación modélica ya que se produjo sin verter sangre lo que puso en evidencia tanto el enorme apoyo social con que contó desde lo principio como también el rechazo a la monarquía y a las viejas instituciones. Una República que inmediatamente convocó elecciones a cortes constituyentes (28 de junio) que procedieron a la elaboración y aprobación de una Constitución inequívocamente democrática (diciembre de 1931) que garantizaba las libertades y los derechos democráticos y que buscaba situar a España entre los estados europeos socialmente más avanzados. Se concedió una amnistía para todos los delitos políticos y sociales y por primera vez se proclamaba el sufragio universal. Se garantizaba también la independencia del poder judicial y se intentó una reforma profunda de las fuerzas armadas y una reforma agraria. Por primera vez reconocía la relevancia del “problema regional” que posibilitaría que durante la República se habían promulgado dos estatutos: Catalunya y Euskadi. En definitiva, España se equiparaba a las democracias europeas y dejaba de ser una anomalía. Una democracia que a pesar de los intentos desestabilizadores como, por caso, el conocido como bienio negro” (1933-1935), consiguió estabilizarse y avanzar (elecciones de 1936 en las que triunfa el Frente Popular). Un avance que fue cortado de cuajo por el subversivo alzamiento militar de 17 de julio de 1936 que daría paso a una terrible guerra civil (se calculan entre 675.000 y 800.000 el número de muertos) de la que resultarían vencedores los sediciosos encabezados por Francisco Franco.

 

El 1 de abril de 1939 (“cautivo y desarmado el Ejercito Rojo alcanzaron las tropas nacionales sus últimos objetivos militares...se proclama la victoria de la Católica España”) iniciaba su andadura uno de los regímenes más crueles y sanguinarios del siglo XX (la dictadura franquista) que se prolongaría (“una larga noche de piedra”) durante casi cuatro décadas. Un régimen que crearía un nuevo Estado que correctamente se puede definir como fascista. Que, bajo la autoridad indiscutible del Caudillo, tendría en el ejército y en las fuerzas de seguridad uno de los principales soportes de un poder que contaba, además, con la legitimación de la iglesia católica, de los grupos financiero e industrial y de la oligarquía terrateniente. Un régimen que consideraba a las clases populares como sus enemigos de clase y que para asegurar su dominio político empezó por unir los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) en uno solo, que negó los derechos y las libertades democráticos (reunión, asociación, opinión, prensa...), que suprimió partidos y sindicatos, que legisló siempre a favor de los grupos sociales hegemónicos y en contra de las clases populares, que persiguió con furia y enorme crueldad a las organizaciones democráticas creando un auténtico estado de terror (los historiadores calculan en más de 150.000 las víctimas del terror franquista de las cuales más de 50.000 fueron ejecutadas) y que convirtió a España en un de los estados europeos socialmente más subdesarrollados.

 


 

El anterior relato, obligatoriamente muy breve, debería servir para entender por qué la equiparación de ambos regímenes resulta ignominiosa y una afrenta además de falta total de rigor y veracidad. Para compartir que cualquier oposición a restaurar la memoria y la dignidad de los asesinados por la dictadura franquista y un acto vil e infame. Para defender que ningún demócrata puede apoyar la neutralidad. Para lamentar profundamente que, al día de hoy, aún no se haya hecho justicia y haya partidos (PP/Vox), dirigentes políticos y medios de comunicación y opinión manifiestamente franquistas que como tales se oponen, por caso, a la Ley de Memoria Democrática para defender leyes de la concordia que mantienen la versión de los vencedores de la guerra civil y que, entre otras cosas, falsifican la historia llegando a equiparar a las víctimas de la insurrección militar y la dictadura franquista con las “víctimas de la República”.


 

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