Pedro Sánchez y la máquina del barro

Manoel Barbeitos
Economista

¿Cómo puede acabar este nuevo acto? Me atrevo a apostar por una "cuestión de confianza" que obligue al Congreso de los Diputados a definirse. 
El secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernard
El secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernard


Puede que no se comparta la última decisión de Pedro Sánchez, como es mi caso, pero lo que no se puede negar es que, como venimos repitiendo en este medio, estamos ante una nueva operación en la ofensiva política, judicial y mediática de la extrema derecha (PP, Vox) por derrocar a un gobierno legítimo (Art. 98 C.E.).


 

Una ofensiva que lleva años en marcha, pero que intensificó sus ataques dejando cadáveres a su paso mientras ampliaba la superficie de su barrizal. Una ofensiva que comenzó al día siguiente de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno español (2 de junio de 2018) y que tuvo como primer objetivo a Podemos. Se trataba de destruir esta organización sembrando y difundiendo mentiras, manipulando imágenes, inventando historias falsas y vertiendo basura sobre sus líderes más destacados; el fin justifica los medios. Como es bien sabido, al final lograría su objetivo (sacar a Podemos del escenario político) a pesar de que, casualmente, todas las mentiras quedaron expuestas y los expedientes judiciales archivados por falta de pruebas.


 

Si los numerosos errores cometidos por los dirigentes de Podemos facilitaron las cosas a la extrema derecha, no menos ayuda significó que las otras izquierdas (PSOE, Sumar) mirarán para otro lado, pensando ingenua y torpemente que el derrocamiento de Podemos les favorecería. No parece que entendieran que sólo estábamos ante la primera fase de la operación que en realidad tenía y tiene como objetivo central derrocar al gobierno progresista.
 

Podemos desapareció del panorama político y con Sumar en un lugar muy secundario, la ultraderecha se centró en el PSOE sabiendo que, si bien esta veterana organización tiene una mayor solidez orgánica y política, su actual dirección tiene que resistir la oposición interna de personas relevantes. Una ofensiva que se ha acentuado  cuando los tiempos políticos confirmaban que la segunda legislatura parecía estar en buen camino.
 

Es en este escenario donde se debe situar esta nueva ofensiva de la extrema derecha ahora contra Begoña Gómez. Una ofensiva que analizamos en formato jurídico-mediático tiene muchas similitudes con las ofensivas contra Irene Montero, Ada Colau, Mónica Oltra, Manuela Carmena y Vitoria Rosell, por citar los casos más llamativos. Una ofensiva que, pese a la falsedad de sus bases, lograría el objetivo central de alejar del primer plano político a estas magníficas e intachables mujeres. Miserias de la política española en las que la gente honesta tiene que irse a casa mientras muchos corruptos se quedan en sus puestos.
 

Analicemos ahora los fundamentos de la acusación contra Begoña Gómez. Los actores principales son un pseudosindicato de matriz fascista (Manos Limpias), que presenta una denuncia, por tráfico de influencias y corrupción en los negocios, y un juzgado (Juzgado de instrucción 41 de Madrid) que la admite. El fundamento de la acusación: recortes de periódicos también de orientación parafascista. Credibilidad de los acusadores: nula, dados sus antecedentes judiciales (perdieron todos los juicios) y penales (condenados por la Audiencia Nacional). Como actores secundarios los señores Feijoo y Abascal, quienes contribuyeron decisivamente a la puesta en marcha el "ventilador del barro". Procedimiento judicial: típico en estos casos, se declara la causa secreta con el fin de dificultar al máximo la defensa del imputado mientras se da prioridad a las declaraciones de los medios de comunicación que sustentan la denuncia. La misma historia judicial que con las ya citadas mujeres víctimas de estas prácticas antidemocráticas que aún terminando en nada, consiguen el objetivo de empañar la imagen de las injustamente acusadas, algo que en esta España da rédito político.


Finalmente, ¿cómo interpretar políticamente esta decisión de Pedro Sánchez? No debe haber duda de que estamos ante una decisión política que seguramente tiene varios objetivos. El primero desvió el foco político hacia su persona (presidente del Gobierno) al sacar a su esposa del primer plano. En segundo lugar (el orden no importa) coloca el ventilador frente a él. En tercer lugar, debilitar la ofensiva de la extrema derecha dejando en sus propias manos la decisión más relevante (si se va o se queda). Finalmente, sitúa el debate en torno a la respetabilidad de la política ("¿vale la pena?").
 

¿Cómo puede acabar este nuevo acto? Me atrevo a apostar por una "cuestión de confianza" que obligue al Congreso de los Diputados a definirse. Una cuestión de confianza que vista las reacciones de los distintos partidos parece ganada.

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